Ayer hice una escapada y me perdí en los bosques de la Sierra de Madrid durante unas horas.

Lejos del ruido, la gente, las bocinas y el estrés.

A tres semanas del lanzamiento de La canción número 7, quise regresar a ese lugar que me inspiró para crear el pueblo de Montegrís y sus alrededores.

No hay nada como ese silencio, tan sólo interrumpido por el murmullo del río y el sonido de la brisa colándose entre las hojas de los árboles, o la forma en que la luz se filtra entre ellas y da forma a las sinuosas sombras que se dibujan en el suelo mullido por el musgo y los helechos.

Volví feliz a casa, no sólo por el maravilloso día que pasé junto a unos amigos y nuestros perros, sino porque recordé con perfecta claridad la razón por la que tiempo atrás decidí situar la novela en un lugar así: es en ese silencio salpicado de luz y color donde un alma dolorida puede volver a encontrar la paz.

Muchos me habéis preguntado si Montegrís existe realmente.

La respuesta es que no lo encontraréis en los mapas, pero en cierto modo es muy real ya que está basado en lugares de los alrededores de Madrid y ,sobre todo, porque existe en los corazones de aquellos que lo descubren a través de la novela.

Os dejo unas imágenes que sacó ayer mi hermana (que en mi humilde opinión es una gran fotógrafa) y que le quitan el sentido a mis palabras…

compo2

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *