Los personajes de mis novelas son, sin duda, una parte muy importante de quién soy. Se gestan poco a poco en mi cabeza y en mi corazón, tomando forma muy poco a poco, adquiriendo su propia personalidad según avanzo en el proceso creativo.

Muchas veces me sorprenden ya que terminan siendo diferentes a como fueron concebidos; adquieren su propia voz a medida que les doy vida y ellos mismos terminan reclamando sus propios matices, e incluso toman decisiones que a mí me sorprenden.

Cuando termino el primer boceto de una novela, siempre me doy cuenta de que ya no son personajes; para mí son personas muy reales, tanto o más que mucha gente con la que me topo cada día. Pero estos individuos, con sus marcadas personalidades, anhelos y circunstancias, viven encerrados en las páginas que delimitan sus mundos.

Al terminar un manuscrito, lo imprimo cuidadosamente, y en esa pila de folios se quedan atrapados mis personajes, encerrados en un mundo que sólo adquiere sentido si unos ojos curiosos leen mis palabras, consiguiendo que los protagonistas de esas historias despierten de su letargo, dejando de ser letras en tinta para volver a vivir a través del lector.

Principalmente, escribo por el puro placer de crear historias que emocionen, entretengan y roben el sueño a todos aquellos que me concedan el honor de regalarme su tiempo de ocio. Pero como cualquier persona que siente la necesidad de transmitir sensaciones intensas por medio de las palabras, también sueño con que mis personajes (a los que quiero más que a mí misma) puedan respirar a cada paso de página, pudiéndose así expresar libremente. Por eso deseo intensamente que mis libros sean publicados y disfrutados por el mayor número de lectores posible. Porque cada vez que alguien comienza a leer el principio de una mis historias, la magia cobra vida una vez más y sé que entonces mis personajes vuelven a sonreír, a llorar, a enamorarse… En definitiva, ¡vuelven a vivir! Y comparten sus sueños con ese silencioso cómplice que ha decidido despertarlos de nuevo.

No es fácil que una editorial publique las novelas de un autor novel. Son pocas las oportunidades para aquellos que queremos abrirnos camino en este círculo tan cerrado. Un círculo donde los autores nacionales ya consagrados y los miles de best sellers internacionales, cuyas ventas dan cierta seguridad al editor, ocupan la mayor parte de los catálogos de las editoriales. No obstante, creo firmemente que no hay que tirar la toalla. Si una novela es capaz de mantener en vela toda una noche a más de uno y la gente que confía en ti te suplica que no lo dejes, que sigas escribiendo porque lo necesitan para seguir soñando, entonces merece la pena seguir adelante.

Mi sueño es ver mis novelas en las librerías, para que todo aquél que se sienta atraído por ellas tenga la oportunidad de despertar a mis personajes dormidos. No obstante, hasta que eso suceda, me basta con saber que con mi pequeño grupo de seguidores incondicionales mis amados personajes ya han conseguido su propósito: emocionar y estar vivos para siempre. Cuando pasas la última página de un libro que te ha marcado, sus protagonistas siguen viviendo dentro de ti.

Y eso, aunque no hayan sido millones, sé que ya le ha sucedido a aquellos que han leído mis novelas. No nos engañemos, quiero más, ¡pero no es un mal comienzo!

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