Es cuestión de perspectiva; siempre lo es.
Nada es blanco o negro, siempre depende del punto de vista.
Y cuando estás sobrevolando el Atlántico, a miles de metros de altura, sentada dentro de un sofisticado y silencioso pájaro de acero, todo se ve de otra forma. La rutina queda interrumpida por unas horas y tienes tiempo de encontrarte con tus propios pensamientos. Aquí arriba no hay señal de móvil, tampoco internet, y no queda más remedio que enfrentarse a uno mismo.
Desde este cielo infinito, salpicado por algunas nubes de algodón, todo parece minúsculo, hasta los problemas. Y te das cuenta de que muchas de tus preocupaciones y ansiedades no te dejan disfrutar de cada momento. Cada año que pasa la vida se acelera sin remedio. Por mucho que queramos detener el reloj, éste nunca se para. Cada segundo cuenta y si no lo vivimos luego no podremos recuperarlo.
Por mucho que me pese, los instantes se me escurren de entre los dedos cada vez más deprisa y con ello surgen algunos arrepentimientos, pero también la noción de que no debo seguir dando por hecho el valor del tiempo.
No estaremos aquí para siempre, y me aterroriza enfrentarme a esa verdad. No obstante, quizá sea mejor ser consciente de ello para dejar de temer y empezar a vivir con todas las consecuencias.
Tener miedo a perder, y por ello tener miedo a sentir, es morir en vida.
Y cada segundo que vivimos con temor es un tiempo precioso que hemos perdido.
Ahora mismo este avión podría estrellarse, y ¿de qué me serviría estar muerta de miedo mientras escribo estas líneas?
Sé que en algunos momentos seguiré temiendo. Y no por mí, sino sobre todo por aquellos a los que amo, porque me aterroriza perderlos. Lo que me conduce una vez más a la misma conclusión: he de aprovechar cada segundo, exprimir al máximo la vida que me rodea porque cada vez soy más consciente de lo frágil y efímero que es nuestro paso por este camino.
Y digo camino, porque espero y deseo que nos conduzca a un destino, a ese lugar soñado donde por fin comprenderemos de qué va realmente todo esto.
Pero espero tardar en descubrir ese lugar, ya que hoy mi destino es otro.
Estoy a tan sólo unas horas de sentir tus brazos, así que por ahora lo que hay más allá puede esperar.
Todavía nos queda mucho por vivir…