Septiembre…
Un mes especial para mí. Siempre lo ha sido.
Desde niña el fin del verano y la vuelta a la rutina diaria ha significado un cambio de ciclo para mí. Se acababan las vacaciones y había que volver al colegio. El reencuentro con los amigos, el olor de los libros escolares recién comprados, las carpetas forradas con mis pegatinas favoritas y el estuche cargado con bolis y lápices sin estrenar; todo ello suponía un nuevo comienzo.
Ahora, muchos años después, aunque no vivo la “vuelta al cole” me siento de forma parecida. Después de las vacaciones estivales regreso a la realidad con fuerzas renovadas para emprender nuevos retos. Mucha gente tiene esta sensación cuando empieza un nuevo año en enero, sin embargo para mí es más significativo el aire de renovación que sopla a mi alrededor cuando los días de verano se nos escapan.
Quizá por eso, de forma inconsciente, cuando escribí La canción número 7 hice que la historia diera comienzo a principios del mes de septiembre; y la historia termina un año después en el mismo mes. Para mí esta época del año es sinónimo de cambio, de una oportunidad para renovarse, de afrontar nuevas metas y prepararse para recibir el otoño con una sonrisa y mucha ilusión. Quizá la perspectiva de que vendrán días más fríos, y las horas de luz se irán acortando paulatinamente, me hacen sentir esa sensación de que es hora de combatir la tristeza que me provoca que se acabe el verano con una dosis extra de energía y creatividad.
Es curioso, porque si vives en el hemisferio sur, septiembre es un mes que se despide del invierno y da la bienvenida al calor del verano. Al final, vivas donde vivas, este mes augura un cambio de estación que nos brinda la oportunidad de renovarnos por dentro y por fuera.
¡Desempolvemos las prendas de ropa que llevan guardadas unos meses en el armario y saquemos de paseo esas ilusiones, grandes o pequeñas, que nos ayudan a sentir muchas ganas de vivir y seguir experimentando!
¿Os apuntáis al tren de otoño?