“Ella siempre había sido diferente, o eso le decía todo el mundo. 

Diferente porque decía abiertamente lo que pensaba, porque buscaba ser libre y no quería vivir entre los agobiantes muros marcados por esas tácitas normas de la sociedad acomodada, en la que si no quieres llamar la atención sigues las reglas del juego y eres políticamente correcto. Ella se debatía entre el miedo a ser rechazada por aquellos que supuestamente eran de su clase y la necesidad de abrir las alas y volar.

A su alrededor todo el mundo parecía satisfecho con vivir dentro de esa burbuja en la que las cosas malas se mantenían al otro lado de la membrana. Estudiaban carreras de renombre, se relacionaban única y exclusivamente con aquellos que eran de su clase, frecuentaban barrios y locales donde sólo eran aceptados aquellos que ostentaban un apellido digno de ser mencionado y los domingos iban a misa sin rechistar, aunque lo que les dijera el cura no pudiera penetrar en sus mentes resacosas. Pero qué más daba, lo importante era que los demás vieran que cumplían como buenos cristianos con su obligación. 

Vivía ahogada en esa burbuja que para ella era como una cárcel. Los demás no veían más allá de esa membrana puesto que para ellos era una preciosa barrera protectora, como un cielo azul y limpio bajo el cual nunca podía llover. Sin embargo, para ella esta fina capa que la separaba de sus sueños era transparente y podía ver lo que había al otro lado. Ansiaba atravesarla y dejar que la lluvia la empapara.

Sabía que era diferente y eso le hacía sentirse rechazada. Por mucho que intentara formar parte de ese mundo lleno de privilegios y falsas seguridades, en lo más profundo de su ser una semilla de libertad germinaba sin remedio.

Por fin un día se atrevió a sacar la mano fuera de la membrana. Una suave brisa acarició sus dedos y, aunque fue agradable, el miedo a lo desconocido le obligó a volver a introducirla en la burbuja rápidamente, donde el aire era pesado, extremadamente rancio, pero conocido y seguro.

Trató de olvidar la desconcertante sensación que había experimentado y se esforzó con ahínco en ser feliz dentro de la burbuja. Si aquellos que la rodeaban no se cuestionaban lo que había más allá y eran felices, ¿por qué no iba a serlo ella? Allí estaba protegida y era su destino aprovechar el privilegio que suponía ser uno de los pocos afortunados que podían vivir bajo aquel manto de protección.

En la burbuja los problemas no existían. Si seguías las reglas tenías garantizada una vida acomodada y alejada de las miserias que otros pasaban. Lo único que tenías que hacer era seguir la línea que te marcaban y no cuestionar jamás las reglas del juego.

Pero para ella la burbuja era el problema. Cuanto más se esforzaba por vivir feliz dentro de ella, más le costaba respirar. En cuanto dejaba que su verdadero yo aflorara tímidamente a la superficie y sus ojos brillaban con una chispa de ilusión, aquellos que la rodeaban la miraban con ojos inquisidores y, una vez más, se sentía diferente. Y lo que es peor, se sentía culpable por no poder ser como ellos y por tener la capacidad de soñar.

Llegó un momento que el aire se le hizo tan irrespirable y venenoso que decidió escapar. Sí, iba a dejarles atrás y nadie se lo podría impedir. Ellos no eran capaces de ver que allí fuera, al otro lado de la membrana, había todo un mundo por descubrir. Seguramente era tan bello como peligroso, pero ella ansiaba explorarlo y prefería arriesgarse. Ya no le importaba que la juzgaran y le importaba un comino que pensaran que era un bicho raro por ser distinta a ellos. 

Y sí, era distinta, y eso fue lo que la salvó.

Salió de la burbuja y enriqueció su mundo. El camino no fue fácil, y sigue sin serlo. Pero es feliz con su decisión porque aunque a veces sufre y se da de bruces con la cruda realidad, está viviendo como ella ha elegido y no como se suponía que debía hacerlo. Cuando vibra de pura emoción y se da cuenta de la extraordinarias vivencias y la gente tan maravillosa y auténtica que ha conocido en su aventura fuera de la burbuja, se da cuenta de que no es perfecta, pero sí valiente. 

Y su valentía es algo que nadie podrá robarle jamás.”

Aquí os dejo este breve relato que he escrito hoy para animaros a no ser conformistas. Luchad por vuestros sueños y no dejéis que nadie los cuestione o se ría de ellos, por más locos o absurdos que parezcan.

 

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