Más o menos a esta hora, desde que empezó el aislamiento, es cuando todos los días tengo mi momento. Trato de dejar atrás la tristeza que experimento cada mañana al sacar un ratito a Bob a pasear y ver que todo es silencio.

Ni un coche. Ni una persona. Ni una risa. Al menos algunos pájaros cantan y le dan un toque más real a la maqueta a gran escala por la que paseo.

Ese café espumoso solía tomarlo por la mañana en alguna cafetería de la zona donde vivo. A veces en buena compañía. Otras a solas, mientras tejía una nueva historia, hilo a hilo, rodeada del ir y venir de la gente.

Ahora lo hago en mi habitación. Un rato para mí tras no haber parado en toda la mañana. Orden, limpieza y cocina. Un breve descanso para escuchar las noticias en la radio y mirar algunos mensajes. Unas lágrimas para aliviar ese dolor de otros que es tan de todos. Me desahogo, me sacudo la tristeza y el miedo, y después vuelvo a dibujar una sonrisa en mi cara. Ahora toca ser profesora y animadora.

Y a esta hora, cuando por fin puedo disfrutar de un paréntesis para mí, doy las gracias a mi padre por haberme regalado en Navidad ese calentador de leche que me permite prepararme un capuchino en toda regla.

Añado un bombón, por eso de endulzarme un poco, y sueño con esos abrazos que no puedo dar. Esa gente que no puedo ver. Esas risas de niños jugando juntos que ya no escucho.

No sé cuándo, pero todo eso volverá. Y ya nunca lo daré por hecho.

Bebo mi capuchino despacio y le doy un mordisco al chocolate. Cierro los ojos y me imagino que no estoy en mi habitación a solas y en silencio, sino en el rincón de algún café en el que la música ambiental se mezcla con el sonido de esas carcajadas de unas chicas en la mesa de al lado o con el murmullo de la conversación de ese grupo que está un poco más alejado.

Sueño que el mundo no se ha parado y doy otro sorbo a la taza.

Y, en este tiempo de incertidumbre, un día más me animo al recordar que a las ocho en punto sentiré que la gente sigue ahí, que todos estamos en el mismo barco. Entre aplausos y canciones, durante unos valiosos instantes la vida gritará con fuerza y el barrio donde vivo no estará en silencio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *