Llevo varias noches alucinando con la luna. Al anochecer, asoma en el horizonte con un tono anaranjado que, sin ser una luna roja total, me recuerda a una creencia de los mayas que dice que este fenómeno representa el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Es la purificación de los instintos, es lo femenino, es la conexión con tu ser interior.

Luego va ascendiendo y poco a poco es más amarilla, y su estela titilante sobre el mar me invita a acercarme hasta ella. Quiero llegar hasta el horizonte y aceptar esa invitación tan tentadora.

Volver a empezar.

Aceptar nuevos retos.

Reinventarme por fuera y por dentro…

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